jueves, 28 de mayo de 2009

Desandando

El hombre explora el silencio
de la inmensidad del campo.
Hay un derroche de aromas;
de alfalfa, trébol y cardos.
Perfumes embriagadores
con que la tierra está hablando.

El suelo cuenta sus cosas.
Las guarda desde hace tanto...
Recuerda su entraña virgen,
su encuentro con el arado;
y un mar de mieses doradas
desde su vientre brotando.

Sigue el hombre disfrutando
de la quietud de la tarde.
Poco a poco, lo fascina
la simpleza del paisaje.
Sonidos maravillosos,
pueblan de dulzura el aire.

Se descubre galopando,
desde el Atlántico al Ande;
remolinos de tacuaras,
fusiles, flechas y sables.
Allí se mata o se muere,
según la ley del combate.

Lucen pelajes distintos,
" baguales" de bella estampa.
Un alazán, al tranquito,
" pecha" al sol por lontananza
y un oscuro " lunarejo",
llega con la noche en ancas.

Acamparon las carretas
y los troperos descansan:
saben que el fortín "LasTunas"
es su ángel de la guarda.
Del fuego que han encendido
muy lejos se ven las llamas.

Al calor se va dorando
un costillar de potranca,
manos maltrechas se abrazan
a maderas encordadas.
Dan vida a cifras y estilos
y quejumbrosas vidalas.

Es clara la "rastrillada",
profunda herida en la tierra.
Pasan montando "a lo pampa",
ranqueles tras de la presa.
Pumas, liebres y venados;
"ñanduces", zorros, corzuelas.

El hombre de nuestra historia,
hoy , con su raza, reclama
en "nguallatun", te pido:
" Cuando se corte de mi vida el hilo
y el corazón, cansado, se detenga...
tu maternal entraña me dé abrigo,
me conduzca a mi origen y mi esencia. "

¡Pachamama!...¡Pachamama!..
¡Ay... Pachamama..!
Si hacerlo no pudieras...
recurriré al místico conjuro
e invocando la promesa eterna,
desandaré camino tras camino
hasta llegar al silencio...
hasta llegar al silencio...
a convertirme nuevamente en tierra.

Arias, Córdoba, 1999

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