(A Richard Edgar Barroso)
Yo te admiro, artesano,
hacedor de instrumentos.
Son tus callosas manos
portadoras de un sueño.
Un sueño postergado
en las noches de invierno,
o en las cálidas horas
de diciembre o enero.
Al moldear la madera,
desde el primer intento,
brotará de la misma
un canto que en el tiempo;
se hallaba adormecido,
ansiando ese momento.
Oirás muchos sonidos;
tristes, alegres, bellos...
arrullos de palomas,
batidos de aleteos;
y si escuchas atento,
hasta el silbo del viento.
La madera está hablando,
contando sus recuerdos;
con un leguaje de árbol,
aprendido hace tiempo.
Ella espera, artesano,
que redobles tu esfuerzo;
con tus hábiles manos,
la arranques de su sueño.
Sé que si tú te empeñas,
conseguirás hacerlo...
Y será una guitarra,
acunada en tu pecho,
la que estará cantando
con un idioma nuevo.
Renacerán los trinos,
revivirán gorjeos,
calandrias y zorzales,
canarios y jilgueros;
harán que sean tus manos
portadoras de un sueño.
Yo te envidio, artesano,
hacendoso y bohemio,
por crear mil arpegios
para poblar el viento.
Yo te admiro, artesano,
hacedor de instrumentos;
por obrar el milagro
musical de tus sueños.
Nacido entre tus manos,
siempre habrá un canto nuevo;
surcando el pentagrama
de todo el universo.
Arias, febrero de 1976.
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